18 febrero 2006

Inédito - El caso Marcela



“Ella es hablada por su madre: El caso Marcela”

Ps. Mónica Patricia Sánchez [1]


Conocí a Marcela en uno de los Grupos de preparación para la maternidad y paternidad, que funcionan en el Hospital. Para esa fecha tenía 17 años. Llegó acompañada de su mamá. Cuando llenamos una ficha, uno de los puntos pregunta sobre el Nombre del Padre, a lo que ella dice: “¿Es necesario?” “Sí”, respondo. Fue a los cinco encuentros, siempre acompañada por su mamá, con un perfil bajo, no participando en las reflexiones del grupo, pero sí se acercaba cuando el taller terminaba, para pedir unas fotocopias, o para hacer alguna pregunta.
Después del parto, me pidió una entrevista. La cité y no asistió. Tres meses después llama para concertar otra entrevista. Y nos encontramos.

Su grupo familiar está formado de la siguiente manera:
Mamá, de 41 años, limpia por hora.
Papá, 41 años, jubilado por invalidez. Accidente de trabajo. Marcela no puede precisar la época: pubertad de ella, después dice que a los 3 años.
Hermano mellizo; hermana de 14 años y hermano de 8 años.
Abuela materna. Con quien se identifica fuertemente: ha sido madre soltera, abandonada por un hombre mayor. Después se casa con otro hombre, que es su abuelo. Esta abuela vive cerca del hospital.

“Vengo a contarle lo que no me animé cuando estaba embarazada. En algún momento iba a explotar y llegó el momento” me dice al inicio de la primera entrevista. A partir de allí comienza a reconstruir su historia desde que Marcelo, el papá del bebé, entró en su vida.
El papá del bebé, Marcelo, tiene 38 años. Era amigo de la familia desde hacía mucho tiempo. Él conoce a Marcela desde que ella tiene 6 años. Está separado hace años y tiene una hija de 14. Es comerciante. Era alguien confiable en la familia de Marcela.
“Siempre me miró raro – dice Marcela. Sobre todo después que cumplí los 15; me lo encontraba casualmente en todos los lados adonde iba”
Marcela le daba apoyo escolar a la hija de él, en la casa de él (vive con su madre) Luego Marcelo le ofreció trabajar en su negocio: levantar pedidos, rendir cuenta de pagos. La mamá de Marcela, a la que llamaremos Ana, estaba desocupada por lo que la autorizó a trabajar con él.
Marcela le contaba a su mamá sobre estas miradas e intentos de encuentros que a ella la incomodaban. La madre tenía leves sospechas sobre la fama que él tenía de haber intentado seducir quinceañeras vírgenes y haber sido frenado por los padres de éstas.
Marcela dice: “Teniendo serias sospechas por su amigo de años, no querían creer lo que pasaba” (Saber no sabido)
“Hasta que después de negarlo, me di cuenta de que algo me pasaba con él. Empezaba a mirarlo como a un hombre, a pesar de mis resistencias... Yo estaba confundida, porque sabía que mis padres nunca lo aceptarían como novio”
“Mi papá me sacó de la escuela cuando se enteró que Marcelo me andaba revoloteando. Yo había repetido un año. Me hacía la chupina, Marcelo me veía y me decía que me fuera con él, que si no le iba a contar a mis viejos de mis chupinas. Yo confiaba en él, era una boluda” “Yo pensaba: por más que mi papá me saque de la escuela, si yo lo quería ver, lo veía igual”

Ella “tiene registrado” que quedó embarazada en la primera relación sexual que tuvieron. Pero se anoticia de su embarazo a los cinco meses, por los movimientos del bebé. El test le dio negativo y tenía pequeñas hemorragias que ella creía menstruaciones. “Cuando le dije a Marcelo que estaba embarazada, me dijo que era imposible (aunque él no se cuidó nunca) que si estaba embarazada no era de él”.
Como Marcela es gordita, podía disimular la panza. Hasta que un día su madre le pidió que la acompañara al médico de cabecera del centro de salud. Y dentro del consultorio le dijo al médico: “Dr. revise a mi hija que está embarazada”
Ahí comenzó la “compañía / apoyo” de la madre. Al principio le mintió acerca del padre del bebé. Hasta que confirmó las sospechas de Ana.
Al enterarse el padre de Marcela se sintió profundamente traicionado, decepcionado. Uno podría preguntarse ¿Por quién? ¿Por Marcela o por su amigo? Él tenía una escopeta de caza, quería ir a matarlo y a Marcela la echó de la casa. “Si no fuera por mi mamá...” (Uno podría preguntarse: ¿le agradece o la culpa?) Llora. Es la única vez que la veo llorar. “Mi mamá le dijo que no me iba a dejar ir con él, que él era capaz de prostituirme, que ella nunca me iba a abandonar”.
El padre recién volvió a acercarse a Marcela, la semana previa al parto.

Hacia el final del embarazo Marcela se aleja de Marcelo, después de este episodio: En una charla que mantienen él y Ana (Marcela escucha todo escondida detrás de una puerta; Uno podría preguntarse: ¿de quién duda? ¿de quién desconfía?), él le dice que quiere casarse con Marcela. Ante lo que Ana contesta que si apareciera otra jovencita, dejaría a su hija y a su nieto. A lo que él respondió: “Yo no puedo hacer futurología” Cuando llaman a Marcela y la madre le cuenta lo hablado, él desmiente el comentario y como ella lo había escuchado todo, lo echó y le dijo que no lo quería ver más. Que no le creía nada, que era un mentiroso.

A partir de allí, una vez nacido el bebé, Marcelo hizo peticiones ante el Juez para tener horarios de visitas. Esta citación es la desencadenante del pedido de consulta.
Marcelo le dio su apellido. “Él quería ponerle otro nombre. Yo le dije que gracias que aceptaba el apellido. Que el nombre lo ponía yo”
Marcela le hizo a Marcelo cuatro denuncias por amenazas de llevarse al bebé, y una denuncia por intentar levantarle la mano en una de las visitas. Marcela no quiere que él se lleve al bebé a su casa. En principio las visitas se hacían en casa de Marcela, en una patio al frente, pero cuando empezó a hacer frío, trasladó las visitas (con autorización de la jueza) a la casa de su abuela materna, por tener mejores comodidades. Durante meses Marcela tenía pánico de que él le quitara al bebé, estaba presente en las visitas por temor, situación que la estresaba mucho. “Desde que mi bebé nació no duermo en toda la noche (“des-velada”)” me decía en las primeras sesiones. “No tengo defensa por ser menor de edad” “No quiero cumplir los 18. Siento que desde los 16 años, en que quedé embarazada, hasta ahora, mi vida estuvo congelada, el tiempo se detuvo y necesito recuperar el tiempo que pasó”.
“Hasta me molesta cuando mi mamá se lo lleva a la mamá de él. Él anduvo con mujeres casadas, hasta me da miedo que la seduzca a mi mamá. No desconfío de ella sino de él” (negación)

Hace unos meses, Ana le contó que cuando Marcela tenía 15 años, Marcelo le acariciaba la mano y le insinuó querer tener algo con ella. Ella se lo contó a su marido, quien no quiso creer que su amigo hiciera algo así (desconfía de su amigo y no de su mujer)
A partir de allí, empezó a ir menos a la casa y comenzó el “acoso” a Marcela. Según ella (¿o según la madre?) fue en “venganza” hacia los padres y lo mismo esto que hace con ella y con el bebé, es una venganza.

En el discurso de Marcela alternan su responsabilidad ante lo sucedido (relación de pareja y embarazo) y el “abuso” por parte de él, de una chica inexperta (“boluda”) que se creyó todo.
Su relato está contaminado de lo que creo han sido y son reflexiones de la madre, comunicaciones de conclusiones a las que ésta ha llegado. “Ella es hablada por su madre”. Se ve a lo largo de este recorte cómo hay un saber sabido que no se transmite (“seducción a quinceañeras vírgenes”, “seducción a mujeres casadas”) que Marcela no cuestiona. Marcela no presenta formaciones del inconsciente. No aparecen hipótesis de parte de ella. No hay enunciación, sino enunciados. A veces me marea con tantos datos, que corto abruptamente.
Marcela se siente muy alojada y contenida en el hospital (su hijo tiene como segundo nombre, el nombre del obstetra y como tercer nombre el del pediatra) Con 17 años sus días circulan entre el hospital, las comisarías y los tribunales agobiada por problemas de grande. Tanto exceso de ley habla de un defecto de ley paterna, de un padre inválido en lo físico y sobre todo en el ejercicio de su función. Un hombre que se limitó a realizar maniobras invalidantes (como retirarla de la escuela, echarla y ser desautorizado por la madre) “En mi casa los límites siempre los puso mi mamá”, dice Marcela.
El bebé sufre de “espasmo del sollozo” (como sus hermanos y ella, de pequeña; ¿acto de filiación?) y convulsiones. Está medicado. Con el correr de las sesiones intento que pueda identificar su trato agobiante hacia el bebé con “esta falta de aire”, con estos ahogos que él presenta. Su hijo es el único que llora, ya que Marcela no llora nunca.
En las últimas sesiones habló de la maratón médica que está teniendo con su hijo (por una infección urinaria; visitas al neurólogo) Con respecto al tratamiento neurológico del bebé, Marcela dice que debe seguirlo hasta los dos años, a lo cual le señalo que me temo que ella está “usando” los antecedentes y tratamiento neurológico de su hijo para retenerlo y no cederlo al padre. Que pareciera que prefiere que su hijo esté enfermo para retenerlo. A lo que ella me responde que en parte sí, que no quiere que esté enfermo, pero que estos antecedentes puede usarlos a favor de ella.
Marcela interpreta los berrinches o faltas de sueño del bebé desde su tratamiento neurológico. Hablamos al respecto y trato siempre de remitirla a que replantee el vínculo con su bebé.

Marcelo quiere ejercer la función de padre (peleó en tribunales por las visitas, le pasa algo de dinero, “a destiempo y poco” según ella) pero Marcela abiertamente dice que ella no quiere ese padre para su hijo, que todo lo que él hace es para provocarla a ella. Hago referencia a la necesidad que su bebé tiene de que alguien ejerza la función paterna y para eso, ella debe habilitar a Marcelo, o a alguien.
Ella se queja de que su bebé no se queda con nadie que no sea ella y hablamos al respecto de que Marcela no inscribe su ausencia en la vida de su hijo. Cito a Silvia Amigo: “Una madre dona un ritmo y al donar el ritmo dona el campo del lenguaje y una ley de presencia – ausencia[2]

Durante muchas sesiones en las que le pedía a Marcela que viniera con su bebé (no pudo sostener dos sesiones semanales, una sola y otra con su bebé) trabajamos la intrincación pulsional, el “ritual” de la alimentación, que “mientras da de mamar mire a su chico a los ojos, ofrezca al hueco palpebral del bebé el objeto mirada de ella, alrededor del cual el bebé va a acomodar su mirada”. Que “también le hable (...) pulsión invocante, lo sostenga en sus brazos, pulsión anal, la del tono muscular...” “Una madre “lo suficientemente buena” da a su niño el campo del lenguaje bajo un modo de intrincación pulsional. (...) La pulsión de vida está acentuada en la intrincación de las pulsiones, mientras que cuando una pulsión se independiza de las otras y se desintrinca acerca peligrosamente a la ribera de la muerte” (...) “Una madre es tanto más vital para su chico, más vectora de Eros, cuanto más intrinca las pulsiones en la crianza. Al así hacerlo, pasa las primeras limitaciones al goce pulsional bajo la forma de un goce que al coexistir con otro, lo limita[3]

En la actualidad sigo atendiendo a Marcela (desde hace siete meses) Le cuesta sostener el tratamiento, falta bastante. Cuando se ausenta me llama o me deja mensajes en la puerta del consultorio (Por Ej. “Dra.: "Estoy bien. No se preocupe. Cuando resuelva lo que tengo le aviso”) Su lazo transferencial con la institución y conmigo es muy fuerte. Y eso es lo que le permite sostener, aunque sea en estas condiciones, un tratamiento.
Este último mes, por el tratamiento de una infección urinaria de su hijo, Marcela se quedó en la casa de su abuela, próxima al hospital. Pudo hablar de la posibilidad de quedarse a vivir con ella, quien ya se lo había pedido antes de quedar embarazada. Pudo hablar del futuro, de qué sería si viviera ella “sola” con su hijo (“Sola” sin su madre, ya que viviría también con su abuela y su tío) Está aprendiendo de su abuela cómo cuidar enfermos, cambiarlos, movilizarlos. Su bebé dice “pa pa pa pa pa ...” Hace burbujas con la boca. Se para solo. Está intentando caminar. Caminar solo. Igual que su mamá.

Este caso fue presentado en las “Jornadas de Actualización de las Prácticas Psicológicas
en Salud Materno – Infantil”. Rosario, 10 de octubre de 2003.

[1] Concurrente Tercer Nivel. Hospital Provincial de Rosario.
[2] Silvia Amigo “Clínica de los fracasos del fantasma” Ed. Homo Sapiens. 1999.
[3] Ídem anterior.