01 marzo 2006

Inédito: Pase de Sala



PASE DE SALA
"No hace falta ser psicoanalista, ni siquiera médico para saber que cuando cualquiera...nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veceses diametralmente opuesto a aquello que se desea".
Lacan en "Psicoanálisis y Medicina"
La capacidad de olvido del dolor físico es maravillosa, pero el trauma psíquico no se olvida jamás. Los que sufrieron dolor ¿después lo aguantan menos? Sí. Es que el dolor no crea jurisprudencia.”
Maria Elena Walsh (Clarín Revista, 21.08.94)
Buscando en mi computadora encontré algo que había escrito un rato después de realizar mi primer pase de sala. Para sorpresa mía, lo realicé exactamente hace un año del día en que estoy escribiendo esto.
Aquí está textual:
Debo confesar que no me sentí cómoda. Todo lo que había leído a lo largo de la carrera acerca de la Medicina, de su papel hegemónico, de los escritos de Foucault acerca de la medicalización del discurso, todo se me presentó de repente delante mío. Para colmo éramos como quince personas. El Dr X, la jefa de Residentes, la Jefa de Piso, dos médicos más, y el resto, residentes. Del Servicio de Psicología éramos dos: yo concurrente y una pasante primero, que se fue y luego llegó una psicóloga que está haciendo el posgrado en Psicología clínica. No voy a caer en contar lo obvio: nombre del paciente, edad, enfermedad. Y una serie de palabras raras, “vocabulario específico”. Hasta lo que me resultó increíble: se detuvieron delante de una cama “vacía”, sin sujeto, sin persona, y hablaban del paciente que yo no entendí dónde estaba. Yo entiendo que es una forma de decirle a los médicos que el Servicio de Psicología está presente. Pero hasta hacerme un lugar, no me gustó la experiencia”.
Exactamente después de un año mi capacidad de asombro no se apagó (afortunadamente) y a pesar de que en el último tiempo me pesaba bastante realizar el pase de sala, considero que nos estamos privando de una oportunidad de poder pesquisar algo que a los médicos se les escapa, y que el pase de sala nos brindaba, a veces, esa chance. ¿Qué se les escapa? El sujeto.Recuerdo en especial una paciente a la que me acerqué después de un pase de sala porque la noté angustiada. Había sido internada desde Cirugía por “cálculos”. Había aparentemente una bacteria (“un bicho”) que obstruía el intestino, que no pudo ser eliminado.
Ella comentaba que ya había sido testigo, numerosas veces de “disputas diagnósticas” entre clínicos y cirujanos. Nadie le decía concretamente qué tenía, llevaba quince días internada, y la paciente sólo decía “Yo me quiero curar”. La incertidumbre diagnóstica y el tiempo de internación le generaban una angustia desmedida. Contaba con el apoyo familiar y era una paciente con muchos recursos simbólicos. Hablamos sobre esto que la angustiaba y cómo podía revertir la situación, procurando habilitarla para que ella misma pudiera preguntar.
También hablé con uno de los residentes de Cirugía, que la atendía y que también me referenció la paciente, que era quien más cerca de ella estaba. Le hice saber por qué me había acercado a Noemí y que le preocupaba ser testigo de los intercambios diagnósticos entre clínicos y cirujanos. Reconoció que no era lo mejor, me explicó los pasos a seguir y me propuso hablar con Noemí sobre esto, y me invitaba estar presente.
Noemí se animó a preguntar, trató a sacarse las dudas. El médico, con un trato coloquial le explicó lo que ella quería saber.
Esto alivió bastante a Noemí. Y le permitió hablar de otras cosas: de sus temores a perder el trabajo con tantos días no trabajados, de su “soriasis” diciendo que cuando está nerviosa “se brota”, de su hijo que no conocía a su padre y hasta pedir que se la siga atendiendo por consultorios externos, después que le dieran el alta. Noemí estuvo 33 días internada, de los cuales trabajamos juntas 18 días en la sala.
Este caso no había sido una interconsulta, pero el dispositivo del pase de sala me había permitido pesquisar el malestar de esta paciente que los médicos, por discutir el diagnóstico, lo habían pasado por alto. A esto me refería cuando decía lo que se perdía al dejar el pase de sala, entre otras cosas. Lo que intentamos es devolver al cuerpo sufriente el uso de la palabra y la posibilidad de que esa palabra sea escuchada. Nada más ni nada menos.
Rescato de mi pase por los Equipos de Sala y Cirugía el contacto directo con el sufrimiento humano, a veces con el cuerpo “en carne viva y al desnudo” y muchas más con “heridas subjetivas en carne viva”, y nosotras con la humilde tarea de ofertar una escucha allí donde el paciente está, en la cama, y generar un campo propicio para que algo de la emergencia de un sujeto sea viable. Pero si bien estamos más preparados para operar con el malestar, con lo que no funciona en el campo discursivo, casi “acostumbrados” a escuchar las historias más terribles, estamos poco o nada preparados para asistir en vivo y en directo a la escena del sufrimiento físico, del sufrimiento del cuerpo. Situaciones en las que nos encontramos con el paciente que muestra y calla. ¿Habla? A veces.
Muchos han sido los interrogantes planteados en torno al dispositivo del pase de sala, de la interconsulta. Indudablemente los supuestos de los médicos y los nuestros sobre por qué se nos interconsultaba eran diferentes. Lo importante era rescatar el encuentro entre dos disciplinas, aunque sea en un momento y la posibilidad de que al interrogarnos, el dispositivo de la interconsulta pudiera redefinirse cada vez.
¿Qué cosas conmueven la posición del médico? Que un paciente no se deje instrumentar, informar a un paciente sobre una amputación, convencer a un paciente para que se opere, para que haga tratamiento (diabéticos, hipertensos), que un paciente se rebele y amenace con un juicio o con llamar a los medios...
Es parte de nuestra práctica tomar lo que no anda, lo que molesta a la práctica médica, lo que no entienden; lo que se rechaza desde el discurso médico, desde el psicoanálisis, lo incluimos y lo cuestionamos. Nuestro trabajo va dejando marcas que pueden ser reconocidas por el médico.
Psicólogos y médicos, ¿Miramos lo mismo? ¿Escuchamos lo mismo? No. ¿Se tratará de ir trazando diferencias? ¿Desde ambos discursos y saberes, sería posible integrar la mirada médica y la escucha psicológica, preservando la especificidad de cada una de ellas?Nuestro paciente es otro. Ante la indicación de una operación, ante la comunicación de un diagnóstico, ante el ocultamiento de información por parte de la familia, cada enfermo reactualiza, desde la singularidad, su historia de enfermedades, padecimientos y sufrimientos. Dependerá de la armazón simbólica con la que cuente, el que pueda historizar ese "acto médico" agresivo, paradójicamente curativo. Al decir historizar, aludimos a que el "acto quirúrgico" no quede silenciado, aislado de su trama vivencial. Que la palabra del paciente no quede obturada por el silencio.
Mónica Sánchez
Psicóloga
Año 2002